Perfecto
título que contempla en su plenitud el deseo de todo ser humano. Es la clave
para funcionar en la vida, para seguir dando pasos y seguir sintiendo que
estamos vivos.
¿Qué sería
de nosotros sin emocionarnos? Francamente seriamos unos seres más bien inertes
sin ningún tipo de estímulo ni para bien ni para mal. Debemos valorar más y
mejor, o sea hacerlo despacio, la capacidad que tienen los demás para
emocionarnos.
Después de
unos cuantos años en la vida, te vas fijando lo diferentes que somos las
personas, lo que nos mueve a unos a otros en cambio les es indiferente y
viceversa. Vemos personas duras, con carácter, aparentemente infranqueables,
que nos dan una imagen de frialdad implacable, vemos personas alegres,
simpáticas, dicharacheras que van y vienen con la bandera de la sonrisa puesta
desde bien temprano. Nos cruzamos con personas que a primera vista parecen
débiles o frágiles, tristes y cabizbajos, tan solo nos dan la sensación de no
tener fuerzas ni para saludar. Así podemos estar definiendo un largo periodo de
tiempo pero la clave está en que todos ellos y todos nosotros coincidimos en
algo, todos dependemos de nuestras emociones, absolutamente todos tenemos
puntos débiles donde flaquean los fuertes y bailan los tristes, todos tenemos
nuestro cajón de emociones.
Es tan
grande nuestro mundo interior que pocos son los que se atreven a compartirlo
con el resto, es uno de nuestros mayores tesoros y solo lo compartimos con
aquellos que creemos que nos van a ser fieles y leales. La historia habla y
está para ser leída, pero también para seguir siendo escrita. No encuentro
ninguna razón para que una persona fuerte no pueda llorar y una persona débil
no pueda gritar. Todos somos capaces de todo, en mayor o menor medida, pero
seguramente estemos predestinados por las circunstancias vividas y las
experiencias aprendidas. Éstas a su vez son las que nos priorizan a la hora de
demostrar nuestras emociones.
¡Los hombres
no lloran! Pues menos mal que no es cierto porque no entiendo el mundo sin
hombres con corazón, porque haberlos “haylos” y además podemos vivir
situaciones en las que ver llorar a un hombre puede resultar de lo más
conmovedor del mundo. Cuando un padre ve nacer a su hijo, esas lágrimas son de
las más bonitas que se pueden ver, cuando un hijo se siente orgulloso de sus
padres y se lo muestra a pleno corazón, esas lágrimas son de amor y por
supuesto que también son bonitas. Todas estas lágrimas si las juntamos con las
de una madre al emocionarse con sus hijos por una sorpresa o por un detalle,
las lágrimas de una mujer cuando es sorprendida con amor verdadero, si juntamos
todas las lágrimas conseguimos hacer un mar de emociones positivas que nada
tiene que ver si son de hombre o mujer, tan solo son seres humanos de diferente
índole con la capacidad de emocionarse por muy duras que hayan sido las
circunstancias pasadas.
“Las emociones existen para hacernos reales ante los demás y ante nosotros mismos”
Quedan todos
invitados a provocar esas emociones tan bonitas en los ojos de los demás, a
partir de que se lo propongan sus corazones brillarán con más luz y su cara se
iluminará con su sonrisa.
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