¿Cuánto tenemos que aprender del resto? Es increíble cuando
uno quiere y pone de su parte, cuanto aprende de cualquier persona que se
encuentre a su lado.
¡Es cierto! te sientas en un banco y observas a las
personas, vas por una calle y oyes hablar a los que se cruzan contigo, te unes
a un círculo de amistades y escuchas con atención, y siempre tienes que aprender algo, alguna palabra o
algún hecho te llama la atención, eso mismo si lo cubres de tu orgullo y de tu
ego te planteas que es una idiotez pero sin embargo, si accedes al aprendizaje
te llena de alegría poder adquirir tal conocimiento y sabes de sobra que te
enriquece un poco más y a coste cero. ¿Cuánto nos cuesta escuchar y atender al
prójimo?
Así es como se fragua una historia que sin querer te
sobrepasa, te sorprende y te deja boquiabierto cuando menos te lo esperas. Un
día de luz, de alegría y de celebración y tras pasar una jornada especial, de
repente te ves envuelto en una cara de asombro tan solo para intentar entender
el ¿por qué? Del cambio tan repentino que ha girado la situación. Una madre y
su hija de la alegría y el bienestar a mascar la tragedia por momentos en una
situación indecible que pasa por la salud del bebé, un tropiezo, una caída, un
golpe, lloro y lágrimas acompañado del abrazo cálido y tierno de su madre para
calmar su sollozo. Viaje de vuelta llena de intriga, el bebé sigue llorando,
devolviendo sin parar y con síntomas extraños. La joven madre llena de miedo y
pánico lo convierte en cariño y amor hacia su bebé, recorre 30 km en coche en
dirección al
hospital, con agonía y desesperación, sola ante la situación,
tiene que parar a mitad de camino, el bebé bien acoplado en la silla
reglamentaria en la parte de atrás, no dice nada, ni llora ni nada, parar a
mitad de camino, cambiar la silla y llevarla hacia delante, recorrer la mitad
de kilómetros con una mano al volante y la otra moviendo al bebé, impidiendo
que se quedara sin moverse, que no se durmiera, que siguiera llorando por lo
menos. Aquellos kilómetros han sido los peores para esa madre desesperada y
aterrada por el miedo. Llega al hospital, toda la noche de pruebas, sin dormir,
y aferrándose a la fe para que todo salga bien. No dan con ello, no se lo
explican los médicos pero el bebé sigue devolviendo todo, agua, zumo, yogurt,
etc…
Inhumano el sufrimiento de esa madre que pasó de celebrar el
“Día de la Madre” con su retoño a velar por su salud en un hospital. Sólo saber la verdadera razón que la empujó
para sacar fuerzas de flaqueza hasta el último momento para recorrer aquellos
interminables kilómetros son la verdadera razón y fe de que todo irá bien.
Aquella fuerza provenía de la impotencia de verse sola y de ver la cruda
realidad de una madre joven soltera para sacar adelante al gran amor de su
vida. El coraje la dio fuerzas para llegar al hospital, llegó temblorosa,
cubierta en miedo, pero llegó por encima de lo que ella misma creía, llegó con
coraje por el amor de su bebé.
Así es como llega esta historia a mis manos y yo os la
transmito, así es como una frase, una palabra, un hecho, un momento en la vida
de cualquier persona te puede ayudar a crecer. Quien nos iba a decir a los que
recibimos esta historia en primera mano que esta Super mamá nos iba a dar una
lección de amor y coraje.
Gracias por la lección, gracias por demostrar que el amor de
una madre por un hijo supera cualquier barrera en lo superficial y en lo real,
gracias por demostrarnos que el verdadero sentimiento nace del corazón y se
baña en el alma.
Desde aquí decirle a esta Super mamá que todo va a ir bien y
que (V) va a seguir siendo tan especial como hasta ahora.
“Escuchen, oigan, presten atención y sobretodo y por encima de todo, no dejen nunca de aprender”
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