Hoy no, no lo voy a consentir, ¡me niego rotundamente! No
quiero oír, leer o escuchar una sola queja más, ni una. Ya está bien! Pero
bueno, vamos a ver si somos sensatos y empezamos a observar y escuchar de
verdad, que para eso podemos hacerlo, todos y cada uno de nosotros, tenemos
nuestro propio observatorio para poder observar, que no es lo mismo que mirar,
al igual que no es lo mismo, oír que escuchar!
Nos basamos en nuestros propios lamentos, y nuestra propia
historia, sin observar ni escuchar, donde nos quejamos y quién nos está
escuchando, no conocemos las historias que rodean a las personas que nos
escuchan o nos leen. Solo tiramos de egoísmo y victimismo, para querer ser más
importante de los demás, llamar la atención, y en realidad, es más que
probable, que las personas que nos escuchen o lean, tengan situaciones mucho
más delicadas o complejas.
Y nosotros, ¿cuánto escuchamos y observamos?
¿cuánto
nos preocupamos por los demás?
Hay una frase conocida en España que me encanta:
“Cuéntame tus penas,
que yo te las aumentaré”.
Es cierto, y por
supuesto, habrá personas que no estén de acuerdo con esto, lo respeto, eso nos
hace grandes, la diversidad de opiniones, nos hace crecer a todos, pero lo
importante es que nos leamos y nos “aprendamos” unos a otros (no siempre hay
que enseñar, también hay que aprender).
A lo que hago alusión, es fácil, nos quejamos sin mirar ni
donde ni con quién, entre otras cosas porque no nos importa, solo miramos eso
de: “pobre de mí”. Pero lo mejor es que queremos, deseamos y casi exigimos que
nos atiendan, escuchen y nos ayuden. Pero “manos que no dais, que pedís” Y así
hoy, podemos divagar tranquilamente entre frases y verdades, pero que si
ponemos algo de solución, nos va a venir mucho mejor, ¿o no?
Tanto en las “redes” sociales, como en las “redes” personales
tenemos la oportunidad de poder escuchar, observar, leer y aprender. ¿Por qué nos
cuesta tanto? Hay mucho bueno suelto en todos los sitios, por mucho que haya
gente que se aplique al máximo para tapar o hundir, van a salir adelante, y los
tenemos en cualquier sitio, da igual, podemos aprender de todas y cada una de
las personas a las cuales seamos capaces de prestar atención. Y no por ello,
solo hay que escuchar a los grandes nombres que nos rodean, cualquier persona
tiene un punto de vista, tiene un camino recorrido, una experiencia, una
historia diferente al mundo entero, y entendiendo esto, debemos aceptar que
cada persona es un mundo y por lo tanto, dentro de su mundo, tendrá mucho que
aportar al resto. Salvo las grandes mentes privilegiadas que lo saben todo y no
necesitan de nadie, el resto podemos aprender un montón, según lo que queramos
aprender!
Hay un ejemplo, que me llamó la atención, fui como asistente
a un networking de una asociación internacional, donde estuvimos intercambiando
opiniones de muchas cosas, y me fascinó un testimonio, el cuál decía: “los indígenas
de aquella zona, subían al monte y miraban de cara a Occidente, y entre ellos
decían, que se planteaban ir a Occidente (o sea, aquí) para explicar lo que significaba
común-unidad (lo que aquí conocemos como comunidad) que les daba pena que con
tantas herramientas, se nos olvide algo tan básico como el significado y los
valores que llevan una comunidad”
Después de escuchar tal testimonio, me quedé pensando, y mi
resultado final fue, ¡cuánta razón llevan! Y mostré mi agradecimiento porque me
habían enseñado una lección humana, que muchos (casi todos) hemos olvidado. Y
viniendo de unas personas que no tienen nada, viven felices y con una sonrisa
permanente, son un ejemplo para todos y cada uno de los que humildemente somos
capaces de dejarnos enseñar por otros, independientemente quien son.
“Menos quejas, más utilizar el sentido común, menos víctimas
y más facilidades para los demás”
Cuando uno va a visitar a un enfermo que lucha contra el famoso
Cáncer, y éste (entrenador de Fútbol de toda la vida) te dice: “Voy a luchar,
voy a entregar todo, al igual que les he pedido siempre a todos mis jugadores”
Te das cuenta de que tenemos mucho que aprender y tenemos que
poner en marcha la humildad para recibir lecciones de vida.
Gracias J.H. por seguir impartiendo clases magistrales dentro
y fuera de los terrenos de juegos.
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